No logré hacerlo de manera exclusiva con mi primera hija, por carecer de información sobre el comportamiento de una niña pre-término en el seno (nacida a las 36 semanas de gestación). Con mi segundo hijo, que llegó a las 40 semanas y tres días, la historia fue distinta. Ya estaba certificada como consejera de lactancia y comprometida con este nuevo proceso.

Sin embargo, a las dos semanas de nacido, llegó la cuarentena y el encierro por la pandemia del COVID-19. Fueron días muy duros para todos y a esto se le sumó un sentimiento extraño cada vez que le daba del pecho. La boca me salivaba bastante, sentía un sabor a hierro intenso en el paladar y el estómago se revolteaba y se sentía extraño.

No le di mucha importancia, hasta que me di cuenta que esto sucedía siempre al activarse el reflejo de eyección, ya fuese lactando o extrayendo leche con el aparato o colector. Y ahí, como por arte de magia, me topo con una publicación de una cuenta de lactancia en Instagram que hablaba del D-MER: Disforic Milk Ejection Reflex. En español, Reflejo Disfórico de Eyección de Leche.

Y en ese momento, todo tuvo sentido y dejé de sentirme totalmente disociada del mundo. Ya lo que sentía, tenía un término médico. 

Según Cappa Latinoamérica, el D-MER es una condición que afecta a las mujeres lactantes que se caracteriza por: una disforia abrupta o la sensación de emociones negativas, que ocurren justo antes de la liberación de la leche y continúan por unos minutos. Antes de la bajada de leche e inmediatamente después, las madres afectadas por D-MER describen  síntomas como una sensación de vacío en el estómago, ansiedad, tristeza, temor, nerviosismo, ansiedad, malestar emocional, angustia, irritabilidad, desesperanza y emociones negativas en general. 

El inicio de los síntomas de D-MER puede ser de leve a grave, ocurriendo dentro de las primeras dos semanas posparto, con una duración de tres meses posparto o hasta el destete. Aunque carece de investigación, las causas teóricas de D-MER, se cree que es una respuesta fisiológica a la bajada de leche que pudiesen incluir una disminución de la dopamina, una deficiencia nutricional y / o un efecto ambiental. 

En mi caso, no sabría a qué atribuirle este desencadenamiento, pero estoy segura que la pandemia, el encierro, la cuarentena, no ayudaron en lo absoluto. Las opciones de tratamiento incluyen educar a los padres sobre D-MER, rastrear los desencadenantes ambientales, realizar cambios en el estilo de vida, como hidratación, nutrición, ejercicio y descanso, y / o obtener una prescripción médica par mantener los niveles de dopamina.

En mi caso, esta sensación desapareció alrededor de los 3-4 meses y pude continuar con mi lactancia exclusiva de forma maravillosa.

Espero que esta información te sirva y te ayude.

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