¿Realmente funciona eso de respirar cuando perdemos la paciencia?

Así lo explica Becky Bailey, creadora del programa Concious Discipline y Daniel Siegel, autor del Cerebro del Niño:

Nuestro cerebro es como una casa de dos pisos. La primera planta es aquella que se deja llevar, que actúa por impulso sin medir las consecuencias de sus actos y la que busca la gratificación instantánea. Y eso a veces se traduce en esa reacción impulsiva y física en la que no medimos límites ni consecuencias.

Y la segunda planta, es la que piensa, analiza y la que busca protegernos tomando decisiones que nos convienen y no necesariamente que nos gustan. Que es básicamente la forma en que quisiéramos haber reaccionado, pero no hacemos muchas veces.

Por eso, a veces somos la persona que tiene toda la intención de comer saludable y mantener la dieta, y también la misma que cuando ve un pedazo de pizza… a veces cae en la tentación.

¿Qué separa entonces ese piloto automático con ese piloto intencional? La pausa, la respiración, la detención intencional.

Por eso, la importancia de respirar. De oxigenar nuestro cerebro, de elegir una respuesta inteligente en lugar de una respuesta reactiva.

Y se ve así:

Piloto automático: Algo nos detona – reaccionamos de inmediato, sin pensarlo.

Reacción consciente: Algo nos detona – Pausamos, respiramos – Respondemos diferente, elegimos lo que deseamos hacer, con más calma e intención.

Entonces sí, la pausa funciona.

Funciona cuando tus hijos detonan algo en ti que no puedes controlar y necesitas alejarte unos segundos para responder con intención y no con ira.

Funciona cuando te lanzan un insulto y todo tu cuerpo te dice que devuelvas el golpe. Pero no lo haces, porque pensaste mejor en las consecuencias y no vale la pena.

Funciona cuando quieres lograr un cambio en tu vida, en tus metas, en tu forma habitual de responder. Cuando te quieres comer la pizza, pero pausas y dices, no, tengo una meta y voy a cumplirla o sí, hoy me la voy a comer y mañana retomo. Pero al final, la decisión es tuya.

La pausa no es solamente el famoso contar hasta 10. La pausa se puede ver como alejarte de una situación que no te conviene con todo y enojo, darte un baño de agua fría, estar a solas con tus emociones, meditar, rezar, practicar diariamente ejercicios de respiración o hacer ejercicios para drenar un mal día en la oficina.

La pausa nos permite acercarnos más a una crianza intencional. A soltar el piloto automático e interiorizar que no todos los días podemos “darle pizza” a nuestros hijos si estamos velando por su bienestar.

La transformación no será de la noche a la mañana, pero lo que hoy es una práctica, mañana se convertirá en la “nueva tú”.

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